Motivaciones
para trabajar por una sociedad perdida en el Paraíso.
¿Nos hemos dado la oportunidad
para reflexionar acerca de nuestro lugar en el mundo?. ¿Entendemos por qué
hacemos lo que hacemos aun cuando no nos sentimos contentos por lo que hacemos?
¿Alguna vez has experimentado que existe una misión en nuestra vida que nos
permite sentirnos realmente realizados o en el camino de nuestra realización personal
como seres humanos?. Yo creo que sí.
Sin embargo, a veces es poco el
tiempo que dedicamos a construir nuestra vida con base en el sentimiento que
nos hace sentirnos plenos y en armonía. ¿Por qué?. Es cuestión de
decisión. Excusas hay por doquier. La
familia, el trabajo, las ocupaciones, el dinero, las facturas, la rumba, las
emociones, la mente, el compromiso, el pasado, el futuro y todas aquellas
realidades humanas que abruman o constriñen cuando no hay claridad en la
proyección que hacemos de nosotros mismos. Sí es cuestión de decisión, ¿cuál
elección es la apropiada?... Aceptar la realidad que queremos construir.
Muchas veces nos dejamos llevar
por las presiones de nuestra sociedad. En un mundo donde reina la desigualdad y
el caos, donde nos plantean que la felicidad se alcanza tras un camino tortuoso
de luchas y sufrimientos, y que la clave para alcanzar el éxito se halla en el
desarrollo económico basado en la explotación insostenible de los recursos
naturales, se necesita de diversas motivaciones que superen por completo el
paradigma que actualmente estamos viviendo. Todas las experiencias de nuestra
vida tienen un fundamento que trascienden nuestra comprensión inmediata. Es
decir, tienen en su esencia una enseñanza, una información que estamos
continuamente interpretando. Pero, ¿Cuál es la base de dichas
interpretaciones?. Nuestro verdadero deseo de manifestar el ser que realmente
somos. Nos encontramos, a veces, llenos de máscaras e interpretaciones que configuran
nuestra personalidad, a fin de que cumplamos nuestro deber ser en una sociedad
que exige la aceptación colectiva para “alcanzar” la felicidad. Y por ello nos
preguntamos con frecuencia, ¿dónde está la felicidad?. Correspondemos fielmente
a nuestra más sincera ingenuidad. Respondemos a nuestro deseo de ser buenos en
el sentido de ser bien calificados (buenos o malos), pero nos olvidamos de
responder a nuestro deseo de estar en verdadera armonía con nuestro íntimo ser.
Soy partidario de que el ser humano nace bueno por naturaleza, pero más allá de
que la sociedad nos corrompa, yo diría que cada quien decide si se deja
corromper o no.
Hemos sido educados porque es
ese el deber de todo ser humano. Pero cuando nos preguntamos en esencia porque
somos educados, nos encontramos ante el principio natural que sostiene la vida
humana: la felicidad y el amor como fuente sagrada de toda manifestación. El
principio y objetivo de la educación en la vida humana consiste en conservar el
verdadero orden que sostiene la vida en la tierra. ¿Cuál es ese orden?. ¿Cuál
es el principio que nos sostiene vivos aun en los momentos de mayor dolor y
sufrimiento, caos, guerra o confusión?. El supremo deseo de alcanzar un
bienestar, un deseo infinito por sentirnos vencedores de la tribulación, la
muerte y la desesperación. ¿A qué se deben estos sentimientos? A la necesidad
de encontrar felicidad en cada una de las experiencias de nuestra vida. Si nos
planteamos que la felicidad es el estado natural del ser humano, empezamos a
superar todos los miedos y limitaciones que nos hemos impuesto para ser
aceptados por la vida. Estamos vivos. Vivir es una es una decisión de la cual
nos hacemos conscientes una vez hemos logrado identificar lo que nos
hace bien o nos hace mal. Por ello es importante considerar, con absoluta franqueza, lo que nos hace sentir vivos o lo que nos
hacer sentir muertos en vida. Si nuestras obras son producto de lo que
consideramos un acto sincero, bueno y sublime por excelencia, es necesario
confiar en que vamos por buen camino. Si por el contrario, el resultado de
nuestras acciones se manfiestan en malestar y desolación, esta es una clave
para reflexionar y redireccionar nuestro caminar.
Cuando asumimos un compromiso,
éste debe estar impulsado por un deseo de crecimiento personal que vaya más
allá de nuestra comprensión mental y racional. El verdadero y más sublime
compromiso del ser humano radica en su evolución e integridad. ¿Cómo mirar más
allá de nuestras ataduras? ¿Cómo liberamos realmente nuestra esencia? Dando
lugar a la aceptación de cada experiencia de vida como una fuerza, como un
regalo recibido para aprender que la evolución consiste en avanzar desde lo que
consideramos sagrado, venerable y adorado, eso que a veces parece inalcanzable,
pero que está siempre en nuestro interior a disposición como una herramienta
para utilizar.
Conectar con nuestra esencia es
tan sencillo como respirar. Es tan sencillo como comer, es tan sencillo como
dar el lugar a nuestros instintos, comprendiendo que en ellos está el motor de
la vida que nos indica el deseo más puro de sobrevivir. Aceptar la vida y
reconciliar con ella en las experiencias más dolorosas del ser humano, implica
aceptar que somos seres donde habita todo el universo, el cual está compuesto
por diferentes dimensiones que van desde lo material, hasta lo más sutil y
sublime de nuestra realidad íntima. Sabemos que hay una verdad que une al
mundo. Conocemos la verdad porque ella es más fuerte que todas las ilusiones
que tienen al mundo en caos. La verdad es la vida y la vida es aquí y ahora.
Nuestra sublime realidad interior se manifiesta aquí y ahora. No esperemos
aceptar la realidad para un mañana soñado que dependerá de la decisión y la
acción que tomemos ahora. Si en un momento dado, sientes el impulso de la
verdad, actúa, para que tranformes el mundo y la disposición que tienes para
evolucionar. La más profunda resistencia del ser humano se quebranta, cuando
depositamos nuestra voluntad a algo más elevado que nosotros mismos, cuando aceptamos
que tenemos el poder para cambiar, no desde un deseo racional, sino desde la
aceptación íntima del paraíso que habitamos.
Habitamos un mundo que obedece a
una leyes. Conocer la ley natural es tarea obligatoria de todo ser humano. La
principal ley natural que debe conocer todo ser humano es la ley de la causa y
el efecto. Toda decisión y toda acción, tiene una razón de ser. Motivados por
el odio y el caos, o por el egoísmo y la impureza de nuestro ser, no tendremos
más resultados que una vida caótica y en desequilibrio. En cambio, motivados
por el deseo de vivir en libertad, reconociendo la verdad que unifica al mundo,
obtendremos la manifestación más sublime que nos permite disfrutar la gloria.
La gloria no es sólo para los Dioses. La gloria es la creación y la perfecta
armonía que inspira la realización humana. La gloria es la realización humana
al alcance de todos los seres que entregan su más profunda insignificancia
ante un universo infinito lleno de posibilidades para el triunfo de la
conciencia hecha acción.
No es más feliz un hombre que
por su riqueza manifiesta su libre albedrío a costa del sufrimiento y la
dominación del prójimo. Por el contrario, su aparente felicidad está envuelta
de un vacío tan grande que se manifiesta en su deseo inalcanzable de superación
personal. Pero somos más que el dominio de nuestros
poderes. El verdadero poder implica reconocer que la felicidad más sublime del
ser humano se obtiene desde el momento en que reconoce que éste es su estado natural.
Somos los dueños de nuestras vidas pero nos olvidamos de reconocer que somos
hijos de un universo que pertenece a todos. ¿Podemos sentirnos dueños de la existencia? Sólo cuando
aceptamos servir al amor y a la vida, comprendiendo que la felicidad es mucho
más que el placer, la ambición y el deseo de propiedad. Si nos hacemos dueños
de nuestra existencia, la ley natural de la causa y el efecto nos llevará a
tomar la decisión de responsabilizarnos por nuestros actos, en la medida en que
mis actos son motivados por un deseo sublime de manifestación de un orden que
va más allá de lo que el hombre y la mujer siempre conocieron.
Siempre hay algo nuevo por
descubrir. La posibilidad de ser felices siempre está a nuestro alcance. No hay
un camino para la alcanzar la felicidad. Ser felices es el sustento de nuestras
vidas. Cada célula de nuestro cuerpo está llena de felicidad. No hay condición
alguna para alcanzar la felicidad. El paraíso está en nuestra tierra y nuestra
misión, nuestra razón de ser, es educarnos para vivir en armonía con ella.
Cuando entendemos esto, nuestra voluntad se pone al servicio de un ser que nos
supera en tamaño y en conciencia. La tierra nunca ha necesitado del ser humano
para seguir danzando al universo. Es la tierra la fuente de la vida que toma de
nosotros sólo aquello que le posibilita alcanzar su iluminación. Si queremos
sentirnos realmente conectados con la vida, hay que empezar por preguntarnos
como soy reciproco al ser que me sostiene vivo y cómo conecto con las más sagrado
que habita en mi interior.